viernes, mayo 07, 2021

Luis D’Elía: “Evita, un terremoto de amor en la clase trabajadora y el Pueblo”

Muchas veces se discute en política cuál es el mejor perfil para un dirigente. Muchas veces se pondera en la cultura política argentina la moderación, la posibilidad de manejar equilibradamente posiciones, posturas políticas, se valora de manera superlativa a aquellos que transitan por la avenida del medio, hoy le llaman Corea del Centro. Hay una exaltación del centrismo. Les comunico que los dos políticos más amados por el Pueblo Argentino y que han trascendido mundialmente, a mi juicio, son Ernesto “Che” Guevara y Eva Duarte de Perón. Ninguno de los dos tenía un carajo que ver con la moderación, con Corea del Centro, con esta cosa de andar haciendo equilibrio, con esto de no comprometerse, no tomar medidas de fondo, de no meter las manos en el barro de la historia para cambiarla y profundizarla.

Eva nació en los Toldos y desde muy chiquitita supo lo que significaba vivir en carne propia los estigmas culturales de una sociedad pacata y desde muy piba supo lo que era la pobreza y ser hija natural. Mi viejo era hijo natural. Hijo natural significaba que llevás el apellido de mamá y que papá nunca apareció en tu historia para hacerse cargo y ponerse los pantalones. Tuvo que venir jovencita, se conoció con Perón, se casó cuando tenía 26 años con el General y en 7 años de actividad pública generó un terremoto de amor en la clase trabajadora y el Pueblo.

Ni Evita, ni el “Che”, nunca ocuparon cargos electivos, nunca ocuparon cargos institucionales y los dos tuvieron un espíritu profundamente revolucionario, nunca se anduvo con chiquitas. Si le hubiesen dado bola a Evita, muchas cosas hubiesen sido mucho mejor en la Argentina. Allá en el ‘51 ante el golpe de Menéndez y Lanusse, Evita le sugería a Perón “fusilalo Juan, fusilarlos en la Plaza de Mayo, delante de todo el Pueblo y vas a ver que nunca más ninguno de ellos se va a animar a nada, porque el día que ellos puedan lo van a hacer con nosotros”. Triste premonición que alguna vez se cumplió con el tiempo. Evita era la desmesura, el amor enloquecido por los más pobres, era el laburo hasta dar la vida. Evita era eso. 

Si ustedes me permiten, voy a contar algo que alguna vez conté pero que hoy se me ocurre repetirlo. Mi viejita, Ofelia, que el lunes va a hacer un año que partió a la tierra sin mal, tenía apenas tercer grado, era semianalfabeta. Había estudiado para ser modista sastre en la Fundación Eva Perón, claro después le faltaba la máquina de coser. Entonces esta piba, Ofelia, que vivía en los conventillos de San Cristóbal, acá en el centro de Buenos Aires, hizo la fila en la Fundación Eva Perón, ahí donde hoy funciona la Facultad de Ingeniería en Paseo Colón. Evita la atendió y le dijo, “mirá necesito una máquina de coser” porque como aprendió a ser modista sastre, podía hacer desde un pañuelito hasta un vestido de novia pero no tenía con qué. Evita tomó nota, le dió la mano, le dijo: “déjame ver qué puedo hacer por vos, vení la semana que viene”. A la semana siguiente, mi viejita estaba en las escaleras de la Fundación Eva Perón, llega Evita con todo su séquito, hace 20 metros y la ve a mi viejita que era una piba y le dice: “galleguita te conseguí lo que me pediste”. Y mi vieja fue a abrazarla, fue un abrazo inmenso, un abrazo que quedó en el corazón y en la cabeza de mi mamá para toda la vida. 

Por eso, cuando se fue, millones la lloraron, la lloramos y siempre está tan presente en el corazón del Pueblo argentino, en aquellos que queremos una Patria justa, libre y soberana. En aquellos que queremos de verdad una Patria para todos, todas y todes. 

A 102 años del nacimiento de Evita celebramos que en medio de la pandemia, en medio de la noche, en medio de centenares de miles de muertos en todo el planeta, empiece a abrirse esta discusión magnífica que están empujando Joe Biden, -debo decir la verdad, en el que no creo mucho- y el Papa Francisco. Terminar con las patentes, hacernos cargo de los pobres del planeta, terminar con el mesianismo neoliberal conservador, construir un planeta donde el hombre deje de ser lobo del hombre, que en definitiva era lo que aportaba Evita. 

Alguna vez, y perdónenme que me extienda, estando en Caracas con el Comandante Chávez, me tocó compartir un acto con él en el teatro Teresa Carreño y, por esas cosas del destino, me hicieron hablar antes que Chávez. Era el final de la campaña de la primera revocatoria que le tocó vivir a Chávez después de la Reforma Constitucional Venezolana. Y claro, de qué íbamos a hablar si había 5.000 personas esperando en el teatro que hablara el Comandante.  

Entonces, yo arranqué hablando de “El General en su Laberinto'', aquel maravilloso libro de Gabriel García Márquez y hablé del Camino a Santa Marta y de que Bolívar había escrito en ese desgraciado camino abandonado por la oligarquía colombiana: “he arado en el mar”. Y yo desde esa tribuna le dije a Chávez: “Comandante, no ha arado en el mar” y “quiero dejarle algo que dejó para todos los tiempos mi eterna compañera, que ilumina la clase obrera mundial, que es Eva Perón” y le dije: “Comandante, la Patria dejará de ser colonia o la bandera flameará sobre sus ruinas”, y el teatro se puso de pie y estalló. Un abrazo enorme me dió Chávez y me sentó al lado de él y de Rangel. Hoy quiero decirle a los argentinos y a las argentinas; a todos, todas y todes: “La Patria dejará de ser colonia o la bandera flameará sobre sus ruinas”. Te amamos Evita por siempre.   


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